Premura



Hoy se han ido 24 horas esperando una decisión, un mensaje, un encuentro que me saque de aquí.

Las puertas del hastío se abren, visiones perversas me abrazan, la lista sigue y me hacen falta melodías sinceras para escribir, para despertarme de esta rabia, de esta inmovilidad.

Nadie quiere perder, yo no quiero vivir.

En el borde de la cama despierto contigo en mis pupilas, la ventana del frente pareciera vigilarme. Me molesta las presencias en mi casa, las voces que no quiero interpelar.

Mi silencio desespera a los que me apabullan y me hieren —aquellos que me aplastan—, los absorbo. Dependo como succionando cada una de las sombras que me sostienen.

Se han ido los minutos de un descanso inmerecido, una posibilidad de entenderme.

El sol arrastra mi desidia y me trae el desconsuelo; el medio día es la venganza; la noche llega puntual: morir es preciso.

Indefensa,

Sin estrategia,

Culpable y ligera.

Sé que se han ido los segundos que jamás recobrare. Sí, todos cometemos errores: alguien más está besando a alguien, haciendo el amor como si la culpa se arrancara en un orgasmo, como si el delirio se curara al cumplir con las ganas.

Es el miedo, es quebrarse en medio de la ambigüedad, la obligación, la condena, la herida.

Mi boca sabe a tinieblas, a otro instante para no querer estar aquí, a las palabras atravesadas, a eso que no le he dicho al último que fue primero.

Pastillas para acabar con la rabia en mi intestino, con las inseguridades de infancia, las malas decisiones, la premura del presente. 


Proyectos para ser serios ocho horas continuas.

Tomo mi teléfono 30 veces al día: desespero. Y lo espero como si fuera real. Pastillas para evitar que me duela esta ansiedad de quererlo y no tenerlo. Abreviar la enfermedad con trabajo y pocillos llenos de té caliente. 

Este solo fue un día, un abismo, un egoísmo apretado entre los dientes y la garganta apagada. Esto no es soledad. 

Es un gesto para no olvidar, cuando cansada, vuelva a despertar.




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