Los veo a leguas,
con el instinto que impone su lejura,
los veo como si quisiera permanecer en ellos,
para derribarlos,
para someter sus vientres a la venganza.
Los veo miserables,
ajustados a la pose del que pierde,
aniquilado en los huesos quebrantados.
Los veo acechando,
calculando el zarpazo,
dejando que la presa se torture a ella misma.
Así los veo, queriendo que retrocedan,
para dejar de respirar su espeso aire;
como el instante que se olvida,
para que el que sabe, lo reserve,
y el que ignora, se percate.
Los veo a leguas,
a zancadas,
como espejos de lo que nunca han sido,
con amores sin recompensa,
con banderas incendiadas.
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