Partitura No. 2: Ceguera

Una mariposa se descubre en su reflejo, el reflejo proyectado en la pared tan blanca llena de esa luz que se cuela por la ventana. Alguien limpia las manchas de la ciudad, alguien se lava las manos llenas de grafito, le gusta dibujar el reflejo de su rostro en el espejo. Vagamente las contradicciones aparecen, la mariposa aletea mientras corteja su doble en la pared de baldosas blancuzcas. Ese alguien también dibujado en el espejo ya no observa a su Narciso proyectado; se detiene a mirar la mariposa mientras, en su repugnancia y un poco de asco, percibe la curvatura de ese insecto alado y piensa: “es solo un gusano con suerte, tiene alas y colores”. 

La mariposa se eleva sutilmente y se aferra un poco más a su vuelo hipnotizado, pareciera cautivar su esencia en ese desdoblar óptico… su yo se halla bifurcado, sus alas son cuatro posibilidades de disyunción. Ese alguien se lava la cara, el agua en sus ojos llena de borrosidad el mundo, la mariposa en los ojos del alguien se transforma en una mancha multicolor inquieta, intempestiva, un vestigio de los temores psíquicos, una mancha psicoanalítica que le recuerda su ceguera mojada. 

El agua resbala por sus mejillas y caen gotas en su pecho… es fría; el agua moja el pensamiento.

En el vaivén de lo inteligible, ese alguien remueve el agua de sus ojos quitándose toda incomodidad; la mariposa vuela y se abraza en cada contacto con su otro, el reflejo y la carne danzan y se animan en cada abrazo, las alas se baten excitadas mientras se desdoblan en esa simetría inconclusa.

A ese alguien ya no le da asco, ya no siente nubosidad mojada, ya no quiere apartarse de la escena; ese alguien acaricia el espacio que deja cada movimiento un segundo después, como si quisiera atrapar el haz de luz de cada ala en el aire… la vida se mueve, el tiempo ha detenido su circunstancia. El momento ya no es tan claro.

La mariposa parece cada vez más enamorada de su espejismo y parece hipnotizarse en su virtualidad, se acaricia el alma en la baldosa y sonríe, la mariposa sonríe porque ha entendido la vida: mira sus manos, mira su cuerpo, mira sus senos… se limpia el rostro, siente algunas gotas de agua… no se ha secado del todo.




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