Hoy hablo con mi sombra para no olvidarme,
no hay palabras entre nosotras.
La luz del cuarto abraza el hastío.
Yo, aquí, desprevenida,
me concibo en un profundo desvelo.
Hablo con un vocabulario que no he inventado.
El secreto abismal desubica
las sílabas que busco bajo mis parpados.
No hay un segundo que marque apropiado
el instante en que acaricio, reconozco,
habito los pedazos de mi sombra.
Le pregunto:
-¿Quién ha alcanzado todos mis blancos?-
Detecto el relieve de mi piel punzada,
mis yemas acarician los puntos finales.
Me responde:
-¿Quién volcó los dardos en tu pecho?-
un braille impaciente hace de mi carne
materia para tiflólogos jubilados.
Hoy hablo con mi sombra para redimirme.
Las palabras como agujas
cosen nuestras lenguas, silencio.

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