7 pm, un café, libreta, plumilla de tinta negra, un espejo en frente.
---
L: ¿Qué es el dolor?
K: En un instante dejas de observar el mundo como un lugar habitable, te vuelves inestable. Las miradas producen desconfianza y te limitas a escuchar sin responder. Evitas la humillación porque sabes que el orgullo está oprimiendo la herida. Te ves acorralado.
Dudas de ti mismo, de tus conversaciones y de los silencios que abrazan tus ideas de salvarte, de los recursos para olvidar. Ya no sabes qué quieres y parece que nunca lo has sabido.
L: ¿Cómo funciona?
K: Como escuchar a un extraño dar consejos, como la rabia del que no tiene culpas de lo sucedido; es el vértigo en el borde del abismo. En el momento en que estás exhausto de ti mismo, de los demás o de no saber qué esperar, arranca el tiempo perdido.
Funciona porque has decidido soltar el gatillo, comprometerte con el corazón y no con la causa. Vas a pedir el helado del mismo sabor de la última vez, mientras ves tu reflejo en el vidrio, consintiendo regresar al mismo lugar para tomar una decisión diferente. Nunca la tomarás. Olvidas el reflejo.
L: ¿Cómo sabes que efectivamente estás sintiéndolo?
K: Cuando tus palabras ya no te pertenecen. Por defecto, los espejos te muestran las bolsas bajo tus ojos, son producto del fútil intento de olvidar la noche anterior; las imágenes que creaste para ganar discusiones perdidas se refrescan con el vapor de la ducha.
El dolor está justo en el centro de tu verticalidad porque no te mata, te sostiene con tal fuerza que sabes que no caerás, sería desesperado. No hay más salvación que el abrazo prometido o el siguiente suspiro tibio en tu nuca. Pero tu historia te recuerda que no pasará.
El dolor se activa un minuto antes de revelarte completamente solo y dos minutos después de saberte hundido.
L: No obstante... ¿Cómo, verdaderamente, es el dolor?
K: Observemos:
1. Como una llamada con un fin abrupto.
2. Como un helado rosa con sabor a jabón.
3. Como una palabra extranjera con una pronunciación imposible de lograr.
4. Como un café insípido endulzado con Splenda.
5. Como una cita incumplida alimentada por la esperanza de que llegarán.
L: Entonces, ¿Cómo, inequívocamente, funciona el dolor?
K: Con tus dedos acaricias falsas expectativas, mientras detestas los días soleados porque anhelas la lluvia. En el paladar saboreas la ansiedad de no entender el dolor cuando ya ha pasado, y sin tregua alguna vuelve y (te) golpea. Es un desencuentro.
Comentarios