Tercer día

Bocabajo, sus mechones crespos

enredados con el primer rayo de luz 

tejen un nuevo día sobre la almohada.

Apenas si sus hombros descansan,

Apenas si su vientre encuentra espacio

entre su propio peso y el miedo a despertar.

Bocabajo,

horizontal,

robusta,

se niega a abrir los ojos,

abraza el primer minuto de su humanidad cansada

con algo de desvelo,

con la desdicha de no moverse libre.

Su piel agostada rasguña la sábana,

sus tobillos garabatean tímidos.

La danza es un despertar de las fibras,

un desgarre lento desde el talón hasta las caderas.

Se siente sola,

arrinconada;

recuerda el instante de vigilia antes de dormir:

el techo bajo, blanco, con las sombras proyectadas de los postes de luz,

y el halo rojoazul de la ambulancia a las dos de la madrugada.

Recuerda su pelo revolcado en la almohada,

sus manos queriendo acariciar otro espacio que no sea el que ella misma ocupa,

sus labios queriendo pronunciar otro nombre que no sea el de su oración solitaria a Dios,

porque a veces no es tan cristiana,

y a veces solo quiere que se haga su voluntad, no la de Él.

Exhuma los pasos que dio durante el día,

sus recursos apenas usados para evitar el error;

cierra los ojos con fuerza para que los recuerdos no estallen,

no la señalen,

no le quiten ese instante fugaz de satisfacción:

Hoy escribió un poema, aunque no valga la pena,

aunque nadie lo lea.

Se ha quedado dormida,

Le ha dicho al ayer que descanse a su diestra,

porque ella también desea el perdón,

abrazar su pasado antes de morir en sueños. 

Se ha rendido ante la noche, 

la silueta de los árboles a través de la ventana

la han llamado a un llanto

contenido,

silencioso,

humillado por la eterna pregunta de si se quedará sola,

si se salvará de los amores platónicos,

si reventará un día de amor como una cigarra condenada

a observar con ternura a los amantes en las calles,

en los cafés, en las esquinas, en el sillón de la biblioteca que frecuenta.

Cigarra ilusa,

Cigarra acostada en su cama esperando que el ayer le consuele el sueño,

hasta que la luna brille queda para que sus ojos no la desvelen.

Cigarra que se hace preguntas

y las dibuja en el techo blanco,

y las dispersa con la luz rojazul. Benditas ambulancias.

Cigarra que llora.

Llora independiente.

Llora horizontal.

Llora amarrándose los labios para que nadie la escuche.

Llora debajo de las cobijas para apagar su eco.

Se despierta,

bocabajo,

iluminada por un sol vengativo,

que no encuentra obstáculos,

avasallante,

dispuesto a fundir la mañana con el cuerpo que yace casi muerto debajo de la sábana.

Abre los ojos: 5:49 am,

se hunde en la almohada.

Abre los ojos: 5:53 am.

Anoche la lluvia limpió todo.

Hoy quiere sentirse así: limpia, bautizada. 

Se hunde en su pelo incontenible,

En la voz de aquel que ama,

en esa ausencia inevitable,

en las alucinaciones.

Se enrolla en su rabia,

admite todo su pesar,

se sabe cigarra, se sabe abandonada

con el cielo bocabajo,

con los labios estériles,

con el llanto reseco: 6:00 am. 




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