Bocabajo, sus mechones crespos
enredados con el primer rayo de luz
tejen un
nuevo día sobre la almohada.
Apenas si
sus hombros descansan,
Apenas si su
vientre encuentra espacio
entre su
propio peso y el miedo a despertar.
Bocabajo,
horizontal,
robusta,
se niega a
abrir los ojos,
abraza el
primer minuto de su humanidad cansada
con algo de
desvelo,
con la desdicha
de no moverse libre.
Su piel
agostada rasguña la sábana,
sus tobillos garabatean tímidos.
La danza es un despertar
de las fibras,
un desgarre
lento desde el talón hasta las caderas.
Se siente
sola,
arrinconada;
recuerda el
instante de vigilia antes de dormir:
el techo
bajo, blanco, con las sombras proyectadas de los postes de luz,
y el halo rojoazul de la ambulancia a las dos de la madrugada.
Recuerda su
pelo revolcado en la almohada,
sus manos
queriendo acariciar otro espacio que no sea el que ella misma ocupa,
sus labios
queriendo pronunciar otro nombre que no sea el de su oración solitaria a Dios,
porque a
veces no es tan cristiana,
y a veces
solo quiere que se haga su voluntad, no la de Él.
Exhuma los
pasos que dio durante el día,
sus
recursos apenas usados para evitar el error;
cierra los
ojos con fuerza para que los recuerdos no estallen,
no la señalen,
no le
quiten ese instante fugaz de satisfacción:
Hoy escribió
un poema, aunque no valga la pena,
aunque
nadie lo lea.
Se ha
quedado dormida,
Le ha dicho
al ayer que descanse a su diestra,
porque ella también desea el perdón,
abrazar su
pasado antes de morir en sueños.
Se ha rendido ante la noche,
la silueta de los árboles a través de la ventana
la han
llamado a un llanto
contenido,
silencioso,
humillado por la eterna pregunta de si se quedará sola,
si se
salvará de los amores platónicos,
si reventará
un día de amor como una cigarra condenada
a observar
con ternura a los amantes en las calles,
en los
cafés, en las esquinas, en el sillón de la biblioteca que frecuenta.
Cigarra
ilusa,
Cigarra
acostada en su cama esperando que el ayer le consuele el sueño,
hasta que
la luna brille queda para que sus ojos no la desvelen.
Cigarra que
se hace preguntas
y las
dibuja en el techo blanco,
y las
dispersa con la luz rojazul. Benditas ambulancias.
Cigarra que
llora.
Llora independiente.
Llora horizontal.
Llora amarrándose
los labios para que nadie la escuche.
Llora debajo de las cobijas para apagar su eco.
Se despierta,
bocabajo,
iluminada por
un sol vengativo,
que
no encuentra obstáculos,
avasallante,
dispuesto a
fundir la mañana con el cuerpo que yace casi muerto debajo de la sábana.
Abre los
ojos: 5:49 am,
se hunde en
la almohada.
Abre los
ojos: 5:53 am.
Anoche la
lluvia limpió todo.
Hoy quiere
sentirse así: limpia, bautizada.
Se hunde en
su pelo incontenible,
En la voz
de aquel que ama,
en esa
ausencia inevitable,
en las
alucinaciones.
Se enrolla en
su rabia,
admite todo
su pesar,
se sabe
cigarra, se sabe abandonada
con el
cielo bocabajo,
con los
labios estériles,
con el
llanto reseco: 6:00 am.
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