Con la izquierda

me estiro, me desdibujo,

Confronto mi discurso de mujer radical que le teme al mundo.

Con la izquierda me acuso, desenhebro argumentos

para nunca destrozarlos.

Con poco convencimiento,

le permito a la mayoría cuestionarme con la izquierda;

Y conteniendo un suspiro entre pecho y garganta

—que impide enunciarme y enreda mis certezas—

juego a lanzar flechazos punta de roma a la izquierda.

Los flechazos se vuelven búmeran.  

Con la izquierda me levanto a diario,

por eso no confío en ella.

Y cuando tomo un lápiz, o bebo mi último sorbo de café,

o señalo lo que ha de ocurrir, procuro que sea con la derecha.

Porque no creo en la superstición,

pero no quiero que lo cotidiano lo comande la izquierda.




Comentarios