Entre tanto

El sudor de la frente brota sutil,

refresca, señala cuán arduo ha sido llegar al lugar.

El sudor indica también la temperatura,

Y la vida que ocurre cuando el tiempo no alcanza.

Llegar es una palabra grande

Que arroja un suspiro como prueba de estar ahí.

Estar es una palabra tonta,

Un comodín que pocos saben usar.

El lugar que pisas huele a novedad,

A personas intentando ser cultas.

El momento que observas detiene al mundo y sus guerras:

Un auditorio, unas sillas, una mesa,

Tres personas reconstruyendo con sus anécdotas las páginas de un libro,

Una minificción de sesenta minutos con la que ignoras la vida,

Un poco más, un poco menos.

Depende de la cantidad de sudor en la frente,

del tamaño de las palabras,

y de qué tan preciso o tonto sea estar ahí.

Nadie juzgará si no aprendiste,

Nadie preguntará si de algo sirvió sudar, llegar, estar.

Nadie, absolutamente nadie, percatará el olor a novedad.

Los aplausos para validar el instante serán la señal de éxito,

Fin del acto. 

La vida ocurre afuera del auditorio, más allá de la tarima y las tres sillas ahora vacías.

Parece que el mundo y las guerras se reanudan.

Entre tanto, desaparece el asombro,

el olor a novedad se ha ido, 

el libro es un artefacto que a pocos interpela, pero es inmediato creerlo bello.

Bello es una palabra indestructible,

Como la guerra, un libro, un suspiro. Como el sudor que brota sutil. 

 


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