Oración para un buen final

Señor, los hombres firman acuerdos de paz para el final de las cosas: desencuentros, litigios, genocidios.

Los hombres abren heridas y luego las cosen:

Agujas en la carne, hilo en los órganos, silencio en el llanto.

Los hombres escriben crónicas:

Cómo muere una flor, cómo los huesos se quiebran, cómo se cruza un océano.

Y también buscan el último párrafo para cerrar la historia:

Las pupilas del testigo, la sentencia del que ha sufrido, el suspiro del héroe.

Señor, en mi necesidad de un final, con la precariedad de las palabras precisas en mi lengua, hoy, solo hoy—no mañana porque los futuros llenos de nostalgia me asedian—

te pido valor para pronunciar la sílaba definitiva: la que anticipa el punto final.

Te pido que florezca de mi saliva la transparencia del lenguaje,

Que no deje duda de la última idea, esa que me esquiva cuando no sé cómo acabar.

Te pido la clarividencia para alejar de mí la experiencia de un punto seguido que parece final.

Señor, si es tu voluntad, que se cumpla en mí la debida despedida, que no alimente la esperanza de un próximo encuentro, que no busque la prolongación de un mundo que solo yo invento.

Señor, no permitas que suelte las palabras como si fueran la última declaración de mis vísceras, 

Porque aquí donde estoy, repasando las confesiones pendientes, sufro la sed del buen final que no dilate el amor que no me corresponde.

Señor, los hombres construyen estructuras con un inicio y un final:

El amor, las canciones, las fronteras.

Los hombres llenan de sentido el espacio y el tiempo:

Escriben cartas, crean teorías, erigen y derriban monumentos.

Yo, yo apenas puedo empezar, aún cuando el miedo está en la última palabra.

Por eso, Señor, no permitas que mi lengua olvide cómo decir adiós.




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