Mobiliario

Una silla es una vertical acostada, 

una dualidad,

la oportunidad de conocer tu soledad;

de aproximarse al que espera,

al que le duele, al distraído, al extrovertido. 

Una silla es una invitación aleatoria,

un espacio para una conversación potencial, 

o un intercambio imposible. 

Es un artilugio: se alimenta del cansancio, la nostalgia, 

el suelo firme, de la espera y el dolor de espalda.  

Una silla permite que dos personas se encuentren,

se animen, descubran que tal vez necesitaban escucharse, 

o solo detener el pensamiento. 

Una silla, ahí, en sus días estáticos, es el movimiento mismo. 

Una silla puede darle firmeza al tiempo, 

y ser tan versátil para que los amantes se consuman dentro de sus cuatro esquinas. 

Una silla es un regalo,

un espacio doméstico, 

es silencio ergonómico, 

es el miedo de no moverse,

y el espacio para que el trabajo te aplaste en su estructura. 

Una silla me trajo hasta aquí:

Veo a todos los que he conocido en el acto de escoger una silla. Al abordarla, usarla, y pedir permiso para abrir una nueva herida ocurre un accidente. 

Porque una silla es un abismo,

un futuro con nostalgia que le da lugar a la ausencia que vendrá. 






 

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