Tiempo ordinario I

¿Qué es la tristeza? se pregunta el marinero sobre la roca, frente a la orilla, cuando el horizonte acaricia el cielo y su barca pequeña, diminuta, se hunde y desaparece en la mitad de esa línea delgada que la engulle.  

¿Qué es la tristeza? se pregunta la joven que va pedaleando en medio de pastizales cubiertos por el sol naranja de las cinco de la tarde. 

¿Qué es la tristeza? ¿Cuándo surge? ¿Cómo crece? ¿Qué nos dice del vacío que abre sus fauces y se besa con las ganas de ser vistos? ¿Qué nos revela de esa tendencia por ser amados?

¿Qué es la tristeza? se pregunta el hombre que trabaja día y noche pegando uno a uno los ladrillos de su Torre de Babel.

¿Qué es la tristeza? ¿Dónde se acurruca? ¿Dónde se esconde? para explicar el momento exacto en el que el ladrón prepara su odio, escoge a su víctima, le roba, le castiga con el filo de su navaja como si lo mereciera, le arrebata su vida y aun así insiste en acribillarle tres, cuatro, cinco veces, porque tal vez la tristeza le ha quitado la capacidad de sentir las heridas, porque tal vez la tristeza es muda ante la sensación de la piel que se abre como mantequilla. 

¿Qué es la tristeza? se pregunta la abuela mientras amasa la harina de un pan que nunca crece, le agrega la levadura que, inútil no le da la forma que ella busca para complacer el apetito de sus nietos, sus bisnietos, sus hijos, su esposo, su familia entera. Familia que nunca ha visto ni ha aprendido cómo ella se esfuerza por amasar un pan que jamás será suficiente.




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