Tiempo ordinario

Sácame esta lengua negra

Que se aferra al adjetivo triste.

Arráncamela,

Vuélvela trizas,

Tómala de lo profundo de este esófago ardiendo en rabia.

Libérame de esta lengua agria,

Seca su saliva infiel,

No dejes que te mienta, que te alabe vacía.

Vuelve esta lengua un camposanto

Donde todos los cadáveres florezcan al alba.

Aléjala de lamer heridas pasadas, costras ajenas.

Dómala, átala cuando lo insuficiente la inspire,

Y se empeñe en pronunciar sílabas de cansancio.

Otórgale un repertorio amable,

Consuela sus papilas en los días secos de ternura.

Lávala, bautízala con el vino que no agota,

Imprime en ella un vocabulario que sane el verbo amar.

Ayúdala a articular los adioses vetustos,

desde la punta hasta el corazón ajado,

Y déjala probar las promesas para los días de angustia.

Sácame esta lengua fracasada,

Arráncale las ideas que la han hecho puñal. 




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