Hoy mis hijos no me esperan, no aparecen,
son una promesa que he negado.
Lo que no tendré se hace manifiesto,
en las historias de las parejas que admiro,
en sus viajes, sus anillos, en el vestido blanco
que no será como el que no tendré.
Mi casa es un sueño mutante,
una grieta en mis hombros,
un espanto del futuro que aún no me encuentra.
y florece en los afectos desordenados que me obligan
a
mirarme el ombligo,
a confiar en los días de placer inmediato.
Hoy mis años alejan el acontecimiento fértil,
en el que la vida sucede en mi vientre,
y las manos de mi amado por fin me sostienen.
Mi casa no estará habitada por mi amor fracasado de madre,
por este anhelo de erradicar mi egoísmo.
Las paredes de mi habitación se encogen,
el cristal se quiebra, el cielo se rasga,
he abortado por cuarta vez lo que no tendré.
He renunciado a las pequeñas causas:
no seré el pecho amamantando,
ni el beso antes y después del trabajo,
no seré la cura para las rodillas raspadas de mi hija que
cae de su bicicleta,
ni de mi pequeño que trastabilla al esconderse detrás del
árbol.
He preferido los vicios,
la música de viernes en la noche, los trabajos idiotas,
me llevo al mismo lugar que me arrebata lo que
no tendré.
Hoy confieso que estoy enferma de mí,
de este abismo que es mi envidia,
de esta fiebre que excusa mi ineptitud para amar,
de esta tendencia por fingir la vida en el almuerzo,
y de esta costumbre de ser patética y escribirlo en un
párrafo.
Lo que no tendré me golpea en las noches,
me acribilla en el campo de batalla que es mi almohada,
donde los pecados me arrebatan lo que no tendré.
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