Observar tiene sus dificultades. En principio, el panorama te abre un horizonte amplísimo que se pinta a sí mismo inabarcable. En este momento veo unos stillettos con un tacón aguja inquebrantable e imposible de manejar. Negro sobre blanco o blanco sobre negro: no sabes qué observar. Ese es el problema de la observación: apuntas a nada porque todo es observable, porque la naturaleza de las cosas está ahí: es amplísima —igual que el hecho de observarla— y es inconmensurable —igual que el hecho de observar.
Observo la amplia calle y una señora se me atraviesa. Recoge el excremento de su mascota. Ella me enseña que observar es un acto de censura, un acto de comprensión limitado; al final es una comprensión guiada por los afectos, por el gusto y la capacidad que tiene el globo ocular de darle una emoción estética a las cosas. ¿Por qué querría observarla recoger excremento? Sé que lo que miraba quiere ser observado y lo que me mira no quiero observarlo. De nuevo está todo el espectro, se me presenta todo el panorama. Me refiero a la cosa observada —no es el objeto, ni la persona que interactúa con el objeto, ni la materia— al instante que ocurre entre la materia, la persona, el objeto, el espacio, el tiempo y todas las condiciones para que el instante ocurra. Creo que valdría muchísimo la pena citar algún autor interesante que nos hable de cómo la mirada actúa, pero no lo tengo, así que cerraré los ojos.Observar también es una circunstancia: es el instante del instante cuando ocurre. Lo que tienes en frente es un acto que requiere espacio y tiempo, que tu retina sea sensible a lo que está pasando en simultáneo. Por ejemplo, un carro se parquea, un hombre sigue caminando, su sudadera de tonos grises hace juego con los tonos grises del carro que se acaba de parquear, el árbol que está justo enfrente de mí sutilmente lo mece el viento —que acaricia mi pelo y que siento medio tibio— medio gris, un viento bogotano, sucio, polvoriento; recuerdo a Rulfo hablando del viento en su cuento Luvina. La retina recuerda a Luvina.
Las cosas pasan en simultáneo y cuando pasan, ya han dejado de pasar, ya no están; pero sigues observando el instante que necesitas captar. No lo captas, no has podido. Por ejemplo, sobre la carrera séptima, las bicicletas se dirigen al norte, en dirección opuesta a los carros. Los carros se hacen uno detrás del otro —el semáforo en rojo— y forman filas paralelas a los árboles pequeños que estoy viendo justo a mi costado izquierdo. Mi retina recuerda a los futuristas.
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