Doce del doce

Las voces se despiden, hay júbilo. Se felicitan y van dejando el pasillo desierto.

Detrás del barullo queda un rastro de desolación. El ritmo baja.

Los lugares que estuvieron ocupados ahora descansan, se apaciguan, quedan vacíos.

El edificio es solo un esqueleto sostenido por el tiempo, por el suelo recién barrido. Nada lo mueve.

Las sillas dejan de girar, permanecen fatigadas en la sala. Han sido días devastadores.

El tapete necesita ser sacudido; huele a trabajo cumplido, a pisadas ausentes, a preocupación resuelta.

Las salas se visten de negro, todas las pantallas se funden. No van a servir por un buen tiempo, hasta que acepten que necesitan alejarse del ser humano.

Hay demasiado silencio. La luz blanca inunda con mayor potencia el espacio expandido por la ausencia de voces, por la ausencia de cuerpos que reclamaban el fin de las tareas.

El fin de lo urgente.

El fin de lo contingente.

El fin de las premisas, los presupuestos, los indicadores, los informes.

Las voces se han pronunciado. Hay júbilo, la fiesta se traslada a la intimidad del trabajador cansado.

Trabajador que, a rastras, llega a casa, se quita los zapatos, descubre que el sofá le ofrece una sensación distinta, que la sala huele a abandono de meses laborales, que la cocina se baña de una luz evaporada del café que siempre anduvo buscando, que ignoró, que prefirió servirse en vasos desechables.

La casa es polvo, es pausa, es volver a empezar.

El pasillo del edificio ha sido abandonado, nadie pasa, nadie se queda.

Las oficinas apenas se ajustan a la soledad que les han conferido sus amos-esclavos. Se resisten a dejarse vencer por el descanso, entonces son habitadas por los ruiditos de los ordenadores. Siguen sosteniendo los posts-it en el muro. Respetan el orden de las cosas, mantienen los archivos inmutables.

Hay júbilo, celebraciones imperceptibles. Las cosas bailan la ausencia.

El silencio revela lo que debe parar.

Las sillas abandonadas confirman una humanidad necesaria.

Hay júbilo. Las voces, agotadas, cierran sus oficinas con llave, con la esperanza de un nuevo contrato, con la cuenta bancaria llena, con la revelación de lo logrado.

Hay júbilo. Los edificios han sido liberados. Los ascensores se apagan. Las señoras de servicios generales siguen barriendo los pasillos.



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