Crónica III

Descalza, la noche bajo el agua

congela su piel.

El andén, apenas tibio,

le acaricia.


Ella quiere morir.


¿Cómo puede el concreto contener

toda la lluvia del mundo?


El caudal recio limpia las calles,

el paisaje brilla,

luces blancas, como nácar,

revelan las sombras.

Los árboles negros, empapados, titilan.


Ella, en medio de la escena, sonríe.

No hay almas regresando a casa.


Avanza.

El ardor en cada paso descalzo

le entrega una ciudad hecha de diluvios

que lavan sus dedos,

sus pies planos, su miseria.


Los muros apagan las voces.

Las calles amplias bostezan, la tragan.


Ella, silueta mojada y solitaria,

ha sentido, por fin, la muerte.

Una sombra que nunca vuelve a casa.




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