Promesa

Cuando ya no quieras el afuera,

y te veas suspendido,

acorralado

por el frío de las calles,

los robos que otros ignoran,

las vidas dilatadas detrás de las persianas,

debes saber que te espero,

que esta vida no cuenta otra historia

que la que tú y yo destruyamos con silencios

y enredemos con palabras.

Aquí, otro ritmo te espera,

y las canciones aún te dibujan en cada estrofa.

No necesitas golpear la puerta

ni pedir permiso: mi pecho es tu casa,

pues mis ojos aún sostienen la promesa de ternura

cuando brillan, sumergidos, en tus dudas.

Al llegar, después de todas las batallas,

las dagas, las caídas,

los destierros, los engaños,

no prometas la eternidad.

Solo desempolva los zapatos,

cuelga la chaqueta en el perchero,

deja que te limpie los besos acumulados,

y cure las caricias en tu espalda,

y borre de tus manos las caderas que hiciste tuyas.

Allá afuera, los cuerpos son hostiles.

Aquí, esperando, debo morir de a pocos

en tu presencia a medias. 




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