Síncope


¿Qué es lo que siento?

Creo se llama angustia, pero no la que suele ocurrirme, esa que se manifiesta efervescente, pululante, inquieta y corrosiva. ¡No! es una angustia cálida, alivianada, sometida a un desborde que no llega, que no sabe pronunciarse y que pareciera contenerse en el abismo de la histeria. Es un hervor espeso y sin escapatoria, como un ligero humo que se dispersa y empaña el vacío que no sabe cómo definirse; un espasmo atado a la tierra que no sabe cómo liberarse; un breve suspiro que desata todos los temores a exorcizar.

Ahora es dulce este sentir, es un repicar sutil, bajito, empinado a las orillas de mis pies; con aroma a limpio, a silencio en medio de la plaza a las 7.30 am y el campanario de la catedral a punto de sonar. Es un desliz, como sentir un trazo de una línea recta sobre el papel sin titubear. Es un continuo, bailar la coreografía sin error, aguzar el oído a la música que siempre has querido escuchar sin ningún atavío, sin morirte en el intento, sin parar porque otro habla, sin herirte los labios al cantar. Es un dulzor sensato, un postre bien elegido, una decisión que encaja perfectamente con tu ego y tus dubitaciones diarias, una sonrisa adecuada y un eureka interno que te devuelve aquellos momentos en que la piel es fresca y la cabeza descansa con el sol del atardecer.

Pero también es un crujir de dientes, un quejido tan íntimo que arranca el olvido posado en tus entrañas y que te ha marchitado sin espera; se siente el polvo de los años y las tinieblas que rodean los pasos al cruzar la ciudad; es un rasgado de guitarra incomodo suscitado por el nerviosismo y la poca simpatía con el instrumento; es como verte respirar y querer parar ese automatismo con un golpe seco; disolver las imágenes, las fotografías, los instantes, los sueños, la rabia, el secreto en un fluir continuo de lagrimas que no irán a ninguna parte. Así se siente, como la piel rasgada por cientos de hojas dispuestas a matar, como una novela histórica minuciosa y deficiente en el relato, como cruzar la mirada y encontrar ausencia, un frio inmediato, un grito de muerte, una canción llena de adioses.  

Tengo que volver a empezar. ¿qué siento?

Una expansión vital hacia todos los puntos y un estar-ahí que me desata; un concierto de voces susurrando nimiedades, el insomnio atacando mi cuello, mis pies congelados y la sonrisa herida. ¡Es un conjunto tan apropiado! Es sentirse amilanada, acorralada, acusada, inerte, fragmentada, estancada.

¿Así se siente la vida?



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