Crónica I

Mi propuesta es describir el mundo.

Avisar con la mayor cantidad de adjetivos que los muros ya no contienen al hombre,

no lo circundan, no lo protegen.

Mi lengua experimenta un leve espasmo, aún más potente detrás de las pupilas.

Acabo de pensar que la palabra pupilas lleva una tilde,

entonces no sé si el espasmo lo suscita los escombros que la gente evade

o mis inevitables faltas de ortografía.

Mi propuesta es hacer una lista de ideas para el fin del mundo,

para estar a la altura de los acontecimientos:

Un poco para no perderme,

El otro cien por ciento para rumiar mi muerte.

La lista es infinita, inconmensurable:

no empieza con el número uno. Se desfasa:

entonces creo que el fin del mundo vale la pena,

entonces creo que me sostiene el hambre.

Mi propuesta es detenerme en todas las soledades,

advertirlas, consolarlas, contrastarlas con esos relatos

que nadie jamás ha escrito. Yo tampoco lo haré.

Es sólo un proyecto:

Un afán emancipado por ganarle a los intelectuales.

Un ungüento sobre esta piel reseca de afecto.

Un escape entre la ficción y el amor por los inicios.

Mi propuesta es no ser sólo una idea:

arruinarme para el fin del mundo

hasta que los pedazos sean solo pedazos. 




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