Hoc die

Estoy harta. 

Hago cuentas tres, cuatro, diez veces en el mismo Excel. 

Estoy viviendo con nada todos los días. Con el ánimo del que se rinde en la mañana y vuelve a intentarlo en la noche, cuando no hay alarmas, llamadas de la oficina, ni fantasmas de hombres y mujeres que conocen tu nombre cuando de favores se trata su mundo. 

Estoy sin gracia. 

El cuello, medio tieso, medio abultado, ruega que la tensión sirva para resolver los pensamientos que afligen mucho más que los kilos de angustia reposados en los hombros. Hace varias semanas dejé de escribir; no aguanto una sola sílaba, no resisto el paisaje frente a mí, ni las calles oscuras, ni las ruinas que son mi cansancio, ni mi estomago molido, ni el silencio que trago de seis y media a nueve de la noche. 

Estoy a medio camino. 

Sigue funcionando el celular, el correo electrónico, el jefe de turno, la silla en la que me clavo para ver si un día pagan mi cansancio. Me obligo a respirar, sueño con cortar las llamadas del banco, y me abrazo a las cinco y media de la tarde, como si eso aliviara esta fiebre de humanidad, esta poca fuerza de ver la vida como vida, estas ganas de renuncia. Las entradas, los cruces, los números, las vocales, las conversaciones ajenas me acusan. 

Estoy en el borde

Con las piernas dormidas

Con la rabia rota

Con los ojos hundidos en las nubes

Con las manos rasgadas

Con el peso de mi cuerpo más en el suelo que en el cielo

¿y si no siento la caída?

Estoy ahogando imágenes. 

Porque debo confesar que no quiero esta vida, ni la otra, ni la anterior, ni la que prometen, ni la que no existe, ni la que le pertenece a Lady, ni la que Katherine puede aguantar, ni la que sucede justo ahora, cuando el tiempo se hunde en mis pupilas y me obliga a ver negro sobre negro. No quiero reparar, ni admitir ante Dios esta debilidad reseca, ni ver los rostros de los que han moldeado mi dolor, no puedo organizar mis oraciones sin castigarlas, no puedo aguantar mi saliva, ni erguirme segura, ni recoger las esquirlas después de irme contra el muro una y otra vez. 

Estoy aquí. 

Con el temor acumulado,

Con hambre,

Con mi esternón convertido en añicos,

Con las pestañas sobre el suelo,

Con los intentos en la flama, 

Con el cráneo atizado,

Con archivos sin terminar,

Con el vértigo en el centro, 

Con una resolución: no pude, no vine, no vencí.



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