Alacena

Como siempre, este poema no tiene el inicio que guardaste en la lengua,

Ni el segundo verso que reservaste

para el conflicto que te atravesó en el almuerzo.

No es la imagen que detuvo el paisaje

como la pestaña en la esclerótica cansada.

Tampoco es el ritmo que abrazaste hace un segundo,

ni el final que te aconsejan buscar en los talleres de escritura.

No es la predicción que tuviste,

ni la escena de colores.

Este poema es el cajón desocupado, la botella de aceite vacía,

La cebolla seca, las cáscaras del plátano con moho.

La promesa de quererte, podrida, que arrojaste en la basura. 







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