Llamada perdida

Hablaré de mi madre porque se le da muy bien soltar sentencias que hacen real mi tristeza. Cito: “La única verdad en su vida es que está cansada”.

Sí, Katherine está cansada de:

Des-abrazar
Matar amores
Empezar
No terminar
Que le deban una conversación detrás de cada café prometido
Ser profesional junior
Ganar el mismo salario desde hace siete años
No pintar
No reír
No bailar
Pensar en sí misma cuando de escribir se trata

Hablaré de mi madre como ejercicio de distanciamiento, para que me duela menos el ego y me conmueva la pobreza que ella ve en mí:

El desajuste de mis horas de sueño
Mi postura incorregible
Mi peso en aumento
Mis ronquidos
El desorden en mi habitación
Mis pérdidas de tiempo
Mi omisión
Mi falta de mí

Hablaré de ella para que se vaya esta náusea, esta enfermedad nocturna que parece cansancio, pero es adolescencia. Ella, mi madre, perfora mis días de adulta quinceañera, los describe con el afán de que me suscriba en un estado de cosas que no soy. Katherine podría:

Ir más al médico y tomar menos café
Terminar sus deberes
Aceptar sus tristezas como accidentes
Trabajar en proporción a su salario
Tener esperanza en el cielo

Ella, mi madre, olvida que rebusco en mí todas sus angustias, antes de contestarle el teléfono, para elegir mejor mis derrotas, para no morir en su voluntad. 







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