Limpiar el tejado, a la altura en la que te ves diminuto.
Fregar
hasta el borde. Observar el movimiento, las cabezas,
Los puntos
como hormigas que jamás van a conocerse.
Ver una de
esas cabezas detenerse; esperar que alce la mirada,
Que se percate de la jornada de limpieza.
Dejar
correr el agua por la terraza
de un
edificio que tiene todo sucio menos el techo.
Las miradas
se descubren. El punto arriba es visto, el punto abajo observa.
La pequeñez
les invade como resultado inmediato
de ser en
sí mismos una circunstancia urbana desapercibida.
Cada uno,
en la distancia, dispara su mirada apenas cómplice;
No es tan
horizontal, tampoco vertical.
A mediodía,
en la carrera séptima, son, ahora existen.
Él limpia
el tejado, ella toma una fotografía.
Las hormigas
siguen trabajando.
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